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Blanc, Mario Federico Blanc[i] y Filippa, Eugenia [ii] - Toxicomanías y psicoanálisis [1]

Toxicomanías y psicoanálisis
Por Federico Blanc y Eugenia Filippa


        …dedico este trabajo a los sujetos que eligieron participar de esta propuesta, que narraron, ante otros, sus historias con gran valentía.

                                                                   Federico Blanc

           
           “Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado
           y las palabras no guarecen, yo hablo”

          Alejandra Pizarnik
"Extracción De La Piedra De La Locura"



¿Y como imaginar que tanta soledad
Pudiera despertar de él esa piedad…?

                           Luis Alberto Spinetta
                      (“Preso ventanilla” – Un Mañana)





         Introducción
            El presente trabajo es un resumen del Informe de sistematización de una propuesta de trabajo con sujetos incluidos en problemáticas adictivas que se realizó en uno de los establecimientos penitenciarios de la Córdoba, propuesta que surgió desde el “área de psicología”[iv] de uno de sus módulos. Previo a lo que constituyó la experiencia con este “pequeño grupo monosintomático”, se realizó un estudio preliminar en el que se agrupó cierto cúmulo de información en relación a varios temas temas-ejes que guiaron este diagnostico situacional en un primer momento eran: los internos y el consumo de sustancias tóxicas[v], la necesidad o no de una instancia de atención específica sobre adicciones[vi], las posibilidades reales de concreción de dicha instancia.
            Se llegó a las siguientes preguntas: si bien el consumo de drogas de los internos resultaba ser admitido como un problema y una propuesta de intervención podía se factible y necesaria, ¿cuáles podían ser las condiciones para la participación? En segundo lugar, si bien era necesaria una propuesta de intervención, ¿qué características tipo debía presentar esta instancia? Y finalmente, ¿qué posibilidades reales de concreción existían de que ello se concretizase?
            Para las condiciones de participación, una sola era la importante: se requería, básicamente, que estuviesen interesados o motivados por participar. Esta condición necesaria, el deseo de participar, debía ser contrastada con algunas otras, menos explicitadas quizás, con las que se pudiera además delimitar otros aspectos ligados a las características de cada sujeto en particular. Así, la pregunta de ¿qué características cree ud que esta propuesta debería tener? daba el pie para explicar de qué se podría tratar y de qué no. Esto, en realidad, apuntaba a cernir un poco las expectativas sobre este tipo de intervenciones y a observar ciertos márgenes de fracaso frente al cual se podía esta expuesto por parte de interno. De hecho, una cierta “creencia” en el grupo, o en la propuesta, en medio de la más absoluta carencia de garantías, era necesaria también, y fue contemplada como variable.
            Es decir, el desafío era para esta etapa inicial, diagnóstica, que duró varios meses, pasar del gran número masificado, del número-masa, al pequeño número del dispositivo grupal. Esto es, pasar de un contexto en el que se anula al sujeto en la masa, como siendo producto de la masa, al pequeño grupo donde el sujeto es lo que se separa de la masa, es decir, como producto de una desidentificación. Esto es necesario explicitarlo: “el «pequeño grupo» brinda la posibilidad de colocar bajo transferencia el fenómeno de la masa de la identificación a la insignia ´monosintomática´[viii]”. Sintetizando entonces algunas conclusiones de esta especie de abordaje preliminar, se podría decir que, en primer lugar, se precisaba por parte de los internos un interés en la participación, en segundo lugar, la propuesta debía ser heterogenea, flexible, abierta, voluntaria y ciertamente tolerante en sentido amplio y además, se podría trabajar en el espacio de la Escuela, espacio que brindó todo su apoyo.
            Sobre la base de esta información, desde el Área de psicología se presentó y se aprobó el proyecto final. El mismo, representó una experiencia piloto de intervención sobre la temática del consumo de drogas abordado desde un paradigma clínico-psicoanalítico (psicoanálisis aplicado), esto es, la atención del sujeto en una relación particular con el tóxico. Así, este tipo particular de intervención, se diferencia claramente del “tratamiento de la adicción”, perteneciente al paradigma médico-psiquiatrico que depende de decisiones e instancias de índole estrictamente judicial. Por lo tanto, es necesario destacar aquí que el objetivo general de la propuesta presentada fue instalar un pequeño grupo de trabajo para abordar por medio de la palabra la temática psicológica del consumo de drogas en sujetos detenidos en prisión preventiva, y no “tratar sujetos considerados jurídica y psiquiatricamente adictos”, dado que la administración de justicia prevé modalidades específicas de intervención para estos casos y que están claramente especificados en la legislación vigente, a saber, la Ley 23.737 (Ley Nacional de Estupefacientes, 1989); la Ley 24.660 (Ley de ejecución de la pena privativa de la libertad, (1996) y su reglamentación para la Provincia de Córdoba (Ley 8812).

         Elementos para pensar la toxicomanía        
            En "Duelo y melancolía", Freud (1917) compara el efecto del tóxico con la manía[ix] al decir que en la manía queda oculto para el yo eso que él ha vencido y sobre lo cual triunfa. Dice que pasa lo mismo con la borrachera alcohólica, donde se cancela por vía tóxica, unos gastos en represión. El maníaco y el adicto, en este sentido, tendrían en común justamente, esta tendencia a evitar unos gastos en represión. En El Malestar en la cultura, Freud (1931) se refiere a la droga como una vía directa al placer, vía que se adecua a la búsqueda de la felicidad[x]. Dice que es el método más tosco, pero también el más eficaz para este fin. La droga o el tóxico, volvería a ciertos sujetos incapaces de recibir ciertas mociones de displacer, efecto que sería simultáneo respecto del hecho de conseguir placer.
            Lacan dirá que la droga separa al niño de su pequeño pene, haciendo alusión a que en la toxicomanía no hay goce fálico, goce que significa alguna ligadura a la palabra. El goce en la toxicomanía sería un goce artificial.
            En el Seminario 5 “Las formaciones del inconciente” Lacan (1958) desarrolla aspectos ligados al Complejo de Castración, y lo explicita en función de tres instancias –que él llama pisos- que son la frustración, la castración, y la privación. Siguiendo este desarrollo, algunos autores (Dobón, Camargo, Souvall, etc.) han acordado que la droga podría ser pensada como el objeto de la demanda, no el de la necesidad. En este sentido, el adicto podría ser pensado como el revés del consumidor, es decir, aquel que se adhiere a la sustancia, que sustancializa, por así decir, su ser, pues no necesita de otros objetos de consumo sino para servir al consumo de la sustancia. Por lo tanto, goza de la apariencia de una falsa necesidad, que tiende a homogeneizarse y ritualizarse. Dobón (2007) refiere que resulta difícil operar allí dado que recusa el valor de la palabra frente al uso de la sustancia. Al menos en un inicio, es recusada nuestra función como analistas[xi].
Desde el punto de vista de la actualidad, las denominadas toxicomanías confrontan a los psicoanalistas con los límites de su práctica y los interrogan sobre su posición frente a las nuevas modalidades de “vivir la pulsión” –es una expresión de Lacan tomada del seminario 11- en una época enmarcada por el discurso de la ciencia. Es así como algunos analistas (Recalcati, Benedetto, Gerber, etc) concordarían con que se precisaría de una lógica particular que permitiera dar cuenta de algunas manifestaciones de la clínica que no podrían ser situadas como formaciones del inconsciente, sino más bien como cierto rechazo del inconsciente.
Si se sigue a estos autores, se lee que este concepto o noción de rechazo del inconciente, sería afín a la experiencia del toxicómano. Esto es, la experiencia para el toxicómano es intransmisible. Al respecto se plantean al menos dos vías posibles para el abordaje clínico: o bien poner en evidencia la instalación de un círculo de acción y reacción, que sería, la vía por la cual el toxicómano muestra “a cielo abierto” –es una expresión de Lacan- su imposibilidad de transmitir la experiencia; o bien hacer reconocer en la imposibilidad de transmitir la experiencia, en el accionar disruptivo mismo, un mensaje, convocando al otro, no a una reacción sino a una respuesta al llamado. Sin embargo, otros autores (Recalcati, Benedetto, etc) plantean que los pacientes toxicómanos dan muestra de una extrema dificultad transferencial y de una constante tendencia al pasaje al acto, lo cual se diferenciaría radicalmente del mencionado llamado al otro. Entonces, se podría decir, a mayor dificultad en la demanda, en el caso que la hubiere, mayor es la fractura que encontramos.
           
         El pequeño grupo monosintomático
            El pequeño grupo se define como un intento de implementación del dispositivo analítico con una aplicación de tipo grupal. Se intentaría, así, producir efectos analíticos sobre el sujeto mediante un dispositivo grupal.
            En esta aplicación se tiene como eje la distinción entre grupo y masa. Recalcatti, (2004) refiere que esta distinción es crucial para entender el trabajo en los pequeños grupos, dado que introduce la propia lógica de su acción al interior del campo institucional.
      En la masa se produce el eclipse del sujeto bajo una insignia. En este eclipse, se exalta vía la identificación el poder Ideal de un líder. En la masa, se reencarna en la mirada sugestiva del jefe, la mirada del padre totémico. Esa mirada absoluta produce la ilusión del ser y hacer Uno con el Otro. Freud plantea la mirada hipnótica del jefe, en relación con la mira del "temible padre primordial".  El efecto que la mirada produciría es el peligro de empujar al sujeto en la dirección fanática del sacrificio. El «pequeño grupo», contrariamente a la masa, puede garantizar la existencia del particular. Su lógica interna no es la del fanatismo por el Uno, sino la de la diferencia, del no-todo, del Uno no sin el Otro. Si la masa y su tendencia imaginaria por hacer y por ser Uno constituye esta forma alienada del sujeto, esta cancelación de la diferencia particular bajo la insignia universal, la hipótesis de un dispositivo grupal va en contra de esta tendencia espontánea del conjunto humano a su masificación. La dimensión del pequeño grupo parece indicar para Lacan otro género de identificación posible. La hipótesis planteada por Wilfred Bion, es la de un "grupo sin jefe", una identificación horizontal. Un grupo que no se cimienta sobre el Ideal del Uno, que deja existir el particular del sujeto promoviendo una heterogeneidad inasimilable respecto de cualquier fusión identificatoria. El grupo entonces no se sostiene bajo la mirada absoluta del Ideal ni sobre la "semejanza imaginaria" que deriva de la identificación con el Ideal, sino de un lazo social reducido al trabajo, a la relación del "objetivo común".
            Recalcati (2004) sostiene, que la monosintomatisidad es un nuevo estatuto del síntoma. El síntoma neurótico, por ejemplo, de por sí produce falta, motoriza el deseo, impulsa vitalmente al sujeto. Por tanto, el síntoma es inherente al sujeto del inconciente. En el caso de la toxicomanía y otras monosintomatisidades, ya no se produce la particularización del sujeto de acuerdo con su síntoma “clásico”, es decir, su rasgo diferencial irreductible al discurso universal. Lo que se produce es más bien lo contrario, una masificación, su puesta en serie con lo universal. Es decir, aquello que lo vuelve único, es decir, el “soy adicto…” o lo que es lo mismo, el máximo de individuación posible, coincide con el máximo de segregación, esto es, “soy idéntico que todos los adictos, soy lo que son los adictos”. Un sujeto que se sostiene en una identidad sin equívocos, una instancia en que “lo Mismo” coincide con “lo Otro” sin diferenciación posible. Así, la ´Monosintomatisidad´ (Recalcatti, 2004) sería el rasgo por el cual el sujeto puede suponerse a si mismo en relación a una afectación psíquica particular, por caso, la toxicomanía. Sería algo así como un significante al ser, es decir, algo que intenta nombrar al sujeto en su completud, en su ausencia de falta y de reducirlo, por ende, a un único-síntoma, situable, a veces, bajo el modo de una frase (“soy adicto”, “soy toxicómano”, “soy consumidor de drogas”, etc). de este modo, la monosintomatisidad sirve de soporte de una identidad imaginaria, que es pensable como el reducto único de la significación, pues todas conducen a ella.
            Los “pequeños grupos monosintomáticos” se instalan inicialmente por vía del reconocimiento de Lo Idéntico, por vía de la imagen. El sujeto se identifica a algo que no es su particularidad, y a la vez que anula el lazo social, a la vez abre la posibilidad de su existencia. La monosintomatisidad se definiría como exclusión de la diferencia y a la vez su posibilidad de su instalación. Entonces, si el soporte de la monosintomatisidad es imaginario, no hace más que mostrar el derrumbe de la función simbólica cuyo agente principal es el Nombre del Padre (NP), o lo que es lo mismo el , es decir, el S(A/) –tachada-. Así se eleva el valor del I(A) y se degrada al A (Otro) a la relación especular (a – a´)… la monosintomatisidad sería “una respuesta social a la inconsistencia del A”. Es, por este mismo motivo, solidaria del sostenimiento del discurso del Amo.
            El autor refiere que en el pequeño grupo monosintomático se pueden pensar tres tiempos lógicos:

o        Metáfora social         
o        Metonimia grupal
o        Metáfora subjetiva

            “El primer tiempo del tratamiento consiste en asumir la metáfora social como producto histórico y social de la época de la inexistencia del Otro, en incluirla en el dispositivo grupal y en ejercer sobre ella, la metonimia grupal”[xii]. Se produce aquí una paradoja: en la identificación al ser adicto no es interrogada, sino más bien, confirmada como condición para el ingreso al dispositivo grupal. La asociación funciona como un cebo arrojado al mar de las identificaciones de masas. La conducción del grupo, sostenido por el deseo del analista, intentará taladrar la ontología de Lo Mismo mediante la puesta en marcha de la metonimia grupal.
            En el segundo tiempo, de lo que se trata es de intentar reinstalar el poder de lo equívoco en el embalse de Lo Idéntico, focalizar en la no coincidencia entre enunciado y enunciación, la excedencia de la significación respecto de lo que se dice, la no identidad del sentido consigo mismo. Recalcatti afirma que: “…el «pequeño grupo» activa su dispositivo como metonimización de esta metáfora cristalizada, trata de desolidificar la falsa metáfora de la identificación social al síntoma”. La evolución del tratamiento está marcada entonces por dos tiempos lógicos y cronológicos necesarios. La “fase” alforja y la “fase de la nasa”. El autor acuña estas dos expresiones, que son tomadas del Seminario XI “Los cuatro conceptos…” en donde Lacan expone dos formas opuestas de pensar el inconciente: el inconciente como “nasa” y el inconciente como “alforja”. La nasa es la red que se abre, “…en cuyo fondo se debe realizar la pesca”, dice Lacan, presentando el inconciente como deslizamiento, pulsación temporal, apertura y cierre. El inconciente como alforja, es el inconciente como un lugar reservado, cerrado en su interior, “…en el cual nosotros debemos penetrar desde afuera”. Justamente, se toma como ejemplo la fase alforja para pasar del primero al segundo tiempo. La fase alforja es aquella en la que el grupo se estructura bajo el poder de Lo Idéntico, sobre la identificación especular, sobre la convergencia del Ideal del Yo (I) con el objeto causa de deseo (a). La idea de esta fase, tal como lo dice Lacan en el Seminario XI, es que esta convergencia debe poder deponerse, separar lo máximo posible el I del a, a los fines de que el sujeto se dividido por causa del deseo y emerja algo de la verdad del inconciente.
            Y el tercer tiempo está dado por el pasaje de fase alforja a la “fase nasa” del grupo, esto es: es el deseo del analista el que trabaja para remover las aguas estancadas del narcisismo identificactorio. En este tiempo, debe producirse una metáfora distinta de la cristalizada por el discurso social. Es, precisamente, el resultado de la acción de la metonimia grupal sobre la metáfora social, es el tiempo de la realización de un nuevo síntoma como metáfora del sujeto. …se trata de una acción que solo puede efectuarse como captura desde el interior.
 










         El marco jurídico, legal y técnico del problema
            La Ley Nacional de Estupefacientes (1989), refiere, en su art. 16, lo siguiente: “…cuando el condenado por cualquier delito dependiere física o psíquicamente de estupefacientes, el juez impondrá, además de la pena, una medida de seguridad curativa que consistirá en un tratamiento de desintoxicación y rehabilitación por el tiempo necesario a estos fines, y cesará por resolución judicial, previo dictamen de peritos que así lo aconsejen[xiii]. Luego dice, en el art. 19: La medida de seguridad que comprende el tratamiento de desintoxicación y rehabilitación, prevista en los arts. 16, 17 y 18 se llevará a cabo en establecimientos adecuados que el tribunal determine de una lista de instituciones bajo conducción profesional reconocidas y evaluadas periódicamente, registradas oficialmente y con autorización de habilitación por la autoridad sanitaria nacional o provincial, quien hará conocer mensualmente la lista actualizada al Poder Judicial, y que será difundida en forma pública[xiv].  “El Servicio Penitenciario Federal o Provincial deberá arbitrar los medios para disponer en cada unidad de un lugar donde, en forma separada del resto de los demás internos, pueda ejecutarse la medida de seguridad de rehabilitación de los arts. 16, 17 y 18[xv]. Estos supuestos, rigen tanto para los internos condenados como procesados, aclarando la Ley que el tratamiento podrá aplicársele preventivamente al procesado cuando prestare su consentimiento para ello o cuando existiere peligro de que se dañe a sí mismo o a los demás[xvi]. Finalmente, se puede leer ahí que “el tratamiento estará dirigido por un equipo de técnicos y comprenderá los aspectos médicos, psiquiátricos, psicológicos, pedagógicos, criminológicos y de asistencia social, pudiendo ejecutarse en forma ambulatoria, con internación o alternativamente, según el caso[xvii].
            Esta Ley dispone que el procesado reciba, según su consentimiento, tratamiento para su problema de consumo de estupefacientes, haciendo hincapié en que, dicho tratamiento debe realizarse en lugares o sectores del establecimiento adecuados para tal fin y conducidos o coordinados por equipos técnicos especializados. Dado que, al encontrarse la etapa de investigación judicial en relación a los hechos por los cuales están detenidos, muchos internos no cuentan con un dictamen pericial correspondiente que acredite estas problemáticas, puede que el interno cuente con estos conflictos y que no hayan sido detectados y tramitados aún por la instancia judicial, pese a haber sido examinado por un médico al ingresar a la institución.
            El Decreto Nacional 303/96 (1996) “Reglamento general de Procesados”, que nunca rigió para la provincia de córdoba, pero que constituye un importante antecedente del actual Decreto Provincial 343/08 establecía en su art. 129 que “ …los internos con antecedentes en el abuso o dependencia de estupefacientes serán alojados en establecimientos diferenciados o en secciones especiales de las cárceles o alcaidías donde se les brindará un tratamiento interdisciplinario específico. En todos los casos se procurará persuadir a los internos con antecedentes en el consumo de estupefacientes para que consientan o cooperen con un tratamiento específico[xviii]. Esta jurisprudencia, si se quiere, más avanzada que la de la Provincia de Córdoba, reconoce el problema del alojamiento, del tratamiento y de la contención de los internos con problemáticas adictivas que se encuentran en prisión preventiva o sin sentencia firme.
            El 17 de marzo de 2008, se sancionó el Decreto Provincial N° 343/08, Reglamento General para Internos Procesados, que establece, en su  Art. 93 que “los internos con antecedentes en el abuso o dependencia de estupefacientes u otro tipo de adicciones serán alojados en establecimientos diferenciados o en secciones especiales de los establecimientos, donde se les brindará un tratamiento interdisciplinario especifico de contar con el mismo, caso contrario serán derivados a centros asistenciales especializados del medio libre”. Este Decreto, que no regía al momento en que se propuso el presente proyecto, contempla la posibilidad de que el Servicio Penitenciario de Córdoba, no cuente con tratamientos interdisciplinarios específicos, con lo cual dichos internos deben ser derivados a otros centros. Sin embargo, la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad, 24.660 dice, en su art 11: “Esta ley, con excepción de lo establecido en el artículo 7º, es aplicable a los procesados a condición de que sus normas no contradigan el principio de inocencia y resulten más favorables y útiles para resguardar su personalidad. Las cuestiones que pudieran suscitarse serán resueltas por el juez competente[xix]. Con lo cual, quedan extendidos todos sus criterios para los procesados también.
            En el art. 185 esta Ley refiere que “los establecimientos destinados a la ejecución de las penas privativas de libertad, atendiendo a su destino específico, deberán contar, como mínimo, con los medios siguientes[xx]. Y enumera varios puntos. En el inc. (j) de este artículo puede leerse: deberán contar con “secciones separadas e independientes para el alojamiento y tratamiento de internos drogodependientes[xxi]. Insisto, “deberan contar”. El Decreto N° 343/08 dice, tratamiento interdisciplinario especifico… “de contar con el mismo”.
            Siguiendo este desarrollo, y teniendo en cuenta que el abuso o dependencia de sustancias tóxicas corresponde también a una patología psiquiátrica perfectamente definida, clasificada en los manuales como “trastorno por consumo de sustancias tóxicas” y sus variedades respecto de la gravedad, la sustancia, el tipo y modalidad de consumo, es posible mencionar que el Gobierno de la Provincia creó, en abril de 2007, el Centro Psico-asistencial, ubicado en el predio del ex Crom, establecimiento que surgió de un convenio celebrado entre los ministerios de Salud y Justicia y el Superior Tribunal de Justicia. Este centro se creo para atender a pacientes judicializados cuya problemática amerita una internación psiquiátrica y que por las características de sus pacientes, no podían ser internados en hospitales comunes ya sean monovalentes o polivalentes o incluso dentro de centros especializados por que precisaban de medidas de seguridad adecuadas para su tratamiento. A su vez, la Provincia cuenta con dos establecimientos monovalentes (psicquiátricos), el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial y el Hospital Neuropsiquiátrico de Oliva “Colonia Vidal Abal”.

         La intervención
            Maxi, 28 años. Decidió participar en la propuesta tras asumirse adicto a un psicofármaco desde los … años. Durante los primeros encuentros hablaba mucho, intentaba instalarse como líder, hablaba desde el lugar de un saber sobre las drogas y sobre el ser adicto. Esto constituyó su primer tiempo, es decir, su identificación al ser adicto y al no poder dejar de serlo, lo cual, para nosotros, lo volvía idéntico a los otros. Le constó un tiempo intentar demostrar que no era igual que los otros hasta que finalmente, se dio cuenta que lo que le pasaba a él, por más que intentara diferenciarse, era básicamente lo mismo que le pasaba a los otros. Entonces entró en una especie de captura imaginaria, intentó negar la diferencia y casi lo lograba, inventando historias que trataban de demostrarlo. Obviamente, su defensa estaba toda orientada hacia ese objetivo. En algún momento ello redundó en un desinterés, que lo llevó en algunos casos a ausentarse del grupo o, cuando estaba presente, levantarse, irse al baño, caminar por la sala, etc. no podía aceptar que era igual que los otros. Una vez que lo aceptó, pudo escuchar cuanto de igual tenía de los otros y solo ahí, angustia mediante, se pudo ver diferente, pero en ese paso, ocurrieron dos cosas: se angustió y también pudo ver a un otro de un modo distinto a como lo veía antes. Había en él como un narcisismo exacerbado, un goce ciertamente masturbatorio y por lo general su palabra era vacía, cierta forma de mostración histérica de sus (im) potencialidades que no eran más que fantasías o pensamientos exteriorizados sin ningún asidero en algo que pudiera cuestionarlo. Al pertenecer a la clase media, sus padres venían regularmente, lo visitaban, le traían cosas todas las semanas, pero al parecer eso le parecía común, cuando en realidad, a juzgar por como eran tratados otros presos por sus familias, no lo era tanto. Tenía dificultades para valorar cosas, valorar a sus padres o a cualquier otro, incluso a su noviecita, quien le había dado una hija que actualmente tenía 9 años y cierta estabilidad vincular. Todo parecía remitirlo a él y su problema… porque estaba enfermo, porque debía curarse y nadie había hecho nada por él, porque no entendían qué pasaba cuando él consumía, etc. Antes de incluirse en la propuesta, fue entrevistado privadamente y refirió que él no tenía problema alguno en participar, que de hecho ya era hora que hiciéramos algo por su problema. El primer día que se presentó en el grupo apareció con una remera que decía “si yo puedo vos podés”.

            Gabriel tenía 32 años, antes de ser detenido vivia en las sierras, alejado del ruido de la ciudad. Se había ido ahí luego de que contrajera el virus del Sida y que por tal motivo contagiara a su compañera, hecho por el cual sentía una culpa irrefrenable. Era por lo general un tipo callado, de una honda sensibilidad y que parecía estar siempre atento a lo que se decía. Cuando hablaba se producía un silencio. Rápidamente se erigió como un tipo respetable en el grupo, y era que hablaba con una gran sinceridad, desde su angustia y desde lo que para él, era la verdad. Como si la enfermedad lo hubiera sacado todo menos su palabra y la realidad de su cuerpo. Y desde ese lugar parecía hablar.

           Conclusiones
Los aportes de este trabajo refieren que: en primer lugar, los dos primeros tiempos de tratamiento tienden a superponerse, mientras que el tercer tiempo tiende a no emerger en la dinámica grupal; en segundo lugar, estos resultados refieren que la situación de encierro modifica sustancialmente el trabajo del «pequeño grupo», poniendo en tensión las relaciones entre voluntad y deseo; y en tercer lugar, el informe apunta que el «pequeño grupo» tiende a ser posible solo si es “soportado” por el deseo del analista.

         Esta experiencia mostró tres límites que se definieron claramente. Uno, a nivel de la estructura subjetiva, otro a nivel de la lógica institucional y otro a nivel de la jurisprudencia actual. A nivel del sujeto, el privilegio que otorga el psicoanálisis es que permite pasar de un observable, es decir, la droga como flagelo, como mal social, etc. a la toxicomanía como una forma particular de captura del objeto en el entramado subjetivo. Ello desemboca en la lógica institucional, que no permite ciertos abordajes subjetivos más profundos. Esto sería, de acuerdo con lo desarrollado en nuestra experiencia, que los dos primeros tiempos del pequeño grupo tienden a superponerse, mientras que el tercero, tiende a no aparecer nunca. Al respecto, me viene a la memoria un comentario desarrollado por Enst Jones, el biógrafo de Freud: resulta que Ferenczi había ido a decirle a Freud que el psicoanálisis era el único método clínico capaz de curar el alcoholismo porque levantaba la represión. Entonces Freud le contesta que no hay ningún problema con eso, pero que tenga en cuenta que, en esos pacientes, todo retroceso o dificultad conlleva el retorno a la satisfacción del tóxico, dejando de lado la asociación libre. Hay que decir que Freud no cierra la posibilidad del análisis a los pacientes adictos a tóxicos, sin embargo insiste en que toda curación será efímera sino se aborda en el tratamiento la causa sexual. Sin embargo quizás no sea el momento para estos sujetos, de iniciar estos desvaríos. Esto es, sin más, que las condiciones de detención modifican sustancialmente las posibilidades de trabajo del pequeño grupo. En cuanto al tercer punto, la jurisprudencia actual, hay una falsa percepción del tema de las adicciones al interior de las cárceles.

  • Este tipo de experiencias no se pueden realizar solo…  la “coordinación” del pequeño grupo solo es posible “soportando” el deseo del analista
  • La monosintomatisidad es un modo de compensar lo simbólico. Resulta interesante resaltar aquí que mientras que en las sociedades primitivas el consumo tóxico era integrado al conjunto de prácticas sociales, otorgándole consistencia simbólica y restableciendo los lazos generacionales, lo que comúnmente se llaman ritos de iniciación, en la expresión actual del consumo ello parece no ocurrir, tendiendo las prácticas de consumo hacia desligadura del lazo social.
            Finalmente, destaco que los internos valoraban mucho la experiencia grupal en sí, más allá del tema que se trate, ya sea el consumo de drogas o el lugar donde vivían, etc. Era claro también que ello tenía que ver con la inmensa soledad que implica la cárcel, la cual también me hicieron palpar como nunca. Pero también tenía que ver con que, más allá de la más generalizada crisis del valor, de la identidad o de la autoridad que pueda existir en nuestra época, había la posibilidad de otorgar valor a un objeto que no era material sino simbólico, o bien digo, que tenía una materialidad simbólica, a saber, el grupo en si. Y en ese sentido, “hablar”, sencillamente hablar, semanalmente sobre los temas que nos venían en gana fue su mayor conquista. De eso estoy seguro.

         Bibliografía
  1. Roxin, C., “Derecho penalParte general, Tomo I (Trad. Luzón Peña; Días y García Conlledo; De Vicente Remesal), Madrid, 1997.
  2. Nietzche, F., “El nacimiento de la tragedia”, Alianza editorial, Madrid, 1985.-
  3. Recalcatti, M., “Clínica de vacío”, Síntesis, 2004.-
  4. Cesano, J. D., “Castigando a los castigados”, texto inédito.-
  5. Gerez Ambertín, M., “Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico”, Letra Viva, 2007
  6. Schopenhauer, A.: “El mundo como voluntad y representación”. Ed. Porrua, México, 1987.
  7. Freud, S “Psicología de las masas y análisis del Yo”, Amorrortu Editores, Tomo XIX,
  8. Allouch, J. "La intensificación del placer es el plus de gozar de Lacan" Ficha. Traducción de Eduardo Albornoz y Michel Sauval
  9. Le Poulichet, S., “Toxicomanías y psicoanálisis”, Amorrortu Editores, 2001.-

Mario Federico Blanc 

Ejerce el psicoanálisis en la Ciudad de Córdoba. Es Jefe de la División Psicología del Complejo Carcelario N° 2 – Adj. Andres Abregú”. Es Docente Adscripto de las cátedras de Psicoanálisis, Psicopatología 1 y Psicopatología 2 de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Es Profesor Asistente Interino y se desempeña como Docente Supervisor de Prácticas pre-profesionales del Contexto Jurídico (UNC). A partir de esta experiencia práctica y docente, se ha interesado en las relaciones entre el psicoanálisis y el discurso jurídico. Es investigador de la SeCyT-UNC y junto con otros docentes aborda el tema de las relaciones entre “Psicoanálisis y modernidad”. Ha publicado “La carne: Cuerpo, arte y psicoanálisis” (2003), su primer trabajo editorial. Ha dictado cursos de extensión y seminarios sobre temas relacionados con el psicoanálisis, particularmente de la orientación lacaniana.



      
[viii] Recalcatti, M., “Clínica del vacío, anorexias, dependencias psicosis”, Editorial síntesis, 2004, Pág 310 y ss
            [ix] Freud, S., “Duelo y melancolía”, Amorrortu Editores, T XIV, 1917.-
            [x] Freud, S., “El Malestar en la cultura”, Amorrortu Editores, T. XXI, 1930.-
            [xi] Entrevista a Juan Dobón
[xii] Recalcatti, M., “Clínica del vacío, anorexias, dependencias, psicosis”, Editorial síntesis, 2004, Pág 310 y ss
            [xiii] Ley 23.737
            [xiv] Ley 23.737
            [xv] Ley 23.737
            [xvi] Ley 23.737
            [xvii] Ley 23.737
            [xviii] Decreto Presidencial 303/96
            [xix] Ley 24.660
            [xx] Ley 24.660
            [xxi] Ley 24.660

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