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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Feliz 2020 !! Feliz año nuevo !!

Neruda confusión !!

Bueno, esto escribió Pablo Neruda. Un texto que lleva por título “Confieso que he vivido”. No sé de dónde lo he sacado ni porque ha llegado a mí ahora pero dice así: "Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las empere

Vanidad

Sin dudar, aprobaría que apreciaran en mi lo que yo aprecio en Borges, que es, no solo su relación con la ciencia y con la verdad sino lo que deriva de ello, a saber, su honestidad al escribir. Aprobaría que dijeran que cuando se trata de mi, al igual que cuando se trata de Borges, sin importar donde caiga la charla o el énfasis, sobrevuela el fantasma de cierta inexactitud de las cosas. Algo que, por otra parte, no podría ser de otro modo. Aprobaría que opinaran de mi, como yo opino de Borges, que quien fuera que tome la palabra bajo la pluma, hace que veamos al protagonista preguntarse una y otra vez cómo puede ser tal cosa -y ahí va su propio asombro también- sea de tal o cual manera. Borges, -como yo, quisiera que digan de mi, pondera habitualmente el hecho de que algo pudiera ser de tal o cual forma. Y además pregunta por los motivos e invita al lector a recorrerlos. Si es que se tratara de una creencia o un paroxismo, aprobaría que dijeran de mi lo mismo que digo

Vida-post

Mi temor, claramente, no es tanto si lo que escribo puede o no tener algún sentido. Por algún motivo, desde hace un tiempo, esa cuestión me tiene sin cuidado, me he desprendido de eso, cómo si hubiera comprendido que la regla de interpretación implica más al otro-lector que a quien escribe o dice. Se trata de una cuestión semántica o imaginaria. Mi temor, realmente, es que lo que escribo pueda tener errores, de todo tipo, conceptuales, lingüísticos, gramaticales, teóricos, que no corresponden estrictamente hablando al estilo. Quiero decir no es una cuestión te gusto. Es, en cierta medida, un temor al otro-lector, ya no en su condición de intérprete del sentido sino como un juez. No un profesor, un juez. Tal vez necesitaría un corrector, un comentador o acaso un lector, a secas, o sea, en sentido complejo. Pero, ¡¡ nada menos !! ¿quién puede darse ese lujo? Se que para cuerpear este verdadero terror la herramienta es la lectura. No otra. Entonces, me ordeno. Convertirse

Caminar, leer...

Me gusta mucho salir a caminar. Y cuando salgo me gusta mucho descubrir los grafitis que pueblan una ciudad. En verdad los disfruto mucho porque decoran mi paseo. Porque después de todo, ¿qué es un grafiti? Es un espacio intermedio entre lo público y lo privado, una pared escrita en un muro que divide una cosa de la otra, está escrito ahí, de un lado, y del otro lado hay otra cosa que no es pública. ¿Y cuál sería la función del grafiti? Para mi modo de ver, es un decir que incomoda, que busca, que llama a la interpretación y por eso me resulta de lo más interesante. Irrumpe, por así decir, en la homogeneidad de la vida cotidiana de la gente y produce o busca producir un corte, una diferencia. En tal sentido, los grafitis descubren, desenmascaran, evidencian… “algo”, mostrándolo a ese otro-público que anda ahí, caminando o andando. En algunos, se evidencia lo siniestro transformado en humor. Esos son los que más me gustan, porque son como un acto creativo puro, en sentido estricto. Ar

El problema de las naftas

Paramos unos minutos en una estación de servicio para comprar algunas provisiones y cargar combustible. Luego subimos de nuevo al auto e hice un comentario al pasar, sin pensar, algo del todo mecánico, tal vez capturado por cierto contexto. Mirando a la derecha por su ventana escuché su voz que me decía qué si era por el aumento de las naftas no debia hablar con ella sino con un especialista, un economista, ...tal vez un ingeniero en petrolero. La verdad no esperaba una respuesta asi. Era como si de repente se huibiera ido del viaje en el que estábamos. (¿Estábamos?). O como si se habia salido de la conversación. Sea como esa, sentí que ella ya no estaba ahí. Pero ¿donde? Pensé en resituar... verificar que me entendía lo que había querido decir. Pero por algún motivo elegí el silencio. La verdad, elegí el silencio porque temí estropearlo ya todo y tal vez de ahí ya no habría retorno. En mí no había el menor enojo sino un puro enigma. Encendí el auto, salí de la estaci

Malentendido, ahí

En realidad todo, absolutamente todo, estaba hecho a base de malentendidos, el ingrediente infaltable de la sopa de letras universal en la que vivimos. Ahí estaba la clave del todo, si me puedo expresar así, incluso del todo-oriental, mítico o mágico. Ni el más tímido saludo de vecino, ni el más absurdo de los comentarios, se salvaba de tal cosa.  Ni siquiera sé por qué, en este momento, escribo esto en tiempo pasado. La literatura (obviamente, no toda) condujo a lugares tal vez menos imprecisos que estos pantanos, desde tiempos inmemorables. Supo ella, de esta contingencia crucial que ya no es de nosotros. No le es dado al hombre común comprender ahí, internamente, lo que está en juego. Solo le queda aceptar. ¿Qué nos queda ahora entonces, para nosotros, seres del presente? La belleza... y la literatura, que se nos fuga a diario.

La gente puede ser loca

Evidentemente ella no había podido evitar escuchar la conversación entre un niño y su hermano mayor en la despedida de un viaje de estudio, en la vereda de la escuela. El compañero de su hermano le decía, a su hermano, en esa espera del colectivo que los llevaría a no me acuerdo donde, que su abuela era capaz de romperle el cuello a una paloma frente a él sin que tuviera el menor remordimiento. De hecho, decía el compañero, él la había visto. Mi hija, horrorizada, se dio vuelta, miro para arriba a donde estaba mi cara y me preguntó con su mirada si alguien, incluso una abuela, podía ser capaz de tal cosa, sí podría ser tan cruel. No supe qué decir. La respuesta, naturalmente, era que sí, y mucho peor también. Sin embargo, sentía que era injusto decirle algo así en ese momento. Le acomode el pelo detrás de su orejita y antes de que pudiera balbucear algo ella me preguntó, desde esa entereza que tienen los nueve años, ...si me estaba poniendo en aprietos... "...no tenés que respond