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Orfeo y Euridice

Orfeo provenía de Tracia, hoy entre Grecia, Bulgaria y Turquía, era un pueblo diverso y con gran relación con el gigante comercial que era La Hélide por ese entonces.
Orfeo era un prodigioso músico, tocaba la lira y transformaba todo con su música, en una época en que todo guerrero griego debía saber tocar la lira, además de poesía y las artes de la guerra. 
Orfeo era muy admirado y reconocido. Como sacerdote, fundó su propia secta, donde se desarrollaban los Misterios Órficos.
Hijo de la musa Calíope ("la de la bella voz") y de padre ilustre, creció rodeado del lujo y las artes, demostrando su ascendencia divina en la relación que tenía con la naturaleza, fue siempre un ser especial, que estaba comunicado con el mundo.
Al regresar a Tracia del viaje en que se contaba como uno de los cincuenta argonautas, Orfeo conoció a una de las ninfas de las encinas, Eurídice, de quien se enamoró. Ella lo correspondió y celebraron una boda llena de pompa y alegría.
Un cazador llamado Aristeo era un poderso señor de la región y puso sus ojos en la esposa del músico, ella lo rechazó de todas las formas posibles, pero tal era la insistencia del hombre que ella acabó por huir despavorida. Llamaba a su esposo y corría por tortuosos caminos, con los pies y el rostro magullados por ramas y piedras, en su carrera tuvo la poca fortuna de pisar una serpiente, la que mordió uno de sus pies, enviando a la ninfa al Hades, hacia donde ésta se dirigió sin dejar de llamar a Orfeo.
El resto de las ninfas de las encinas, acabaron con el campo de Aristeo, pero no había consuelo en la venganza para el dulce viudo, quien dejó de tocar la lira, sumergiendo a toda la comarca en su mismo luto.
Su mente enferma de dolor y amor imaginó el plan más osado, descender al Hades y recuperar a la amada Eurídice, se embarcó en la travesía acompañado de su lira y se adentro en las profundas grietas que llevan al reino de los muertos. Con el sonido más triste y dulce jamás escuchado, su lira ablandó al barquero Caronte y al can Cerbero.
Una vez dentro, no podía distinguir la figura amada, fue ella quien supo de él por el arte de su lira, incomparable a cualquier músico viviente.
Hades, desde su trono siniestro, quiso premiar la valentía del enamorado, conmovido ante la música que invadía su lúgubre hogar y el arrojo de un amor que llega más allá de todo límite concebido. Podría devolver Orfeo a Eurídice al mundo de los vivos, con la condición de no mirarla a la cara hasta que la luz del sol la hubiese iluminado.
Pasar el camino de vuelta cubiertos por las sombras no era tarea fácil, los acompañaba Hermes, y Orfeo tocaba la lira para orientar a su esposa, conteniendo la tentación de mirar hacia atrás para comprobar que ella aún lo seguía. Llegados a la boca de la grieta por donde saldrían, Orfeo vio la luz del sol, se giró sin pensar y sólo alcanzó a ver una sombra de sal esparcirse hacia las profundidades de la grieta. El sol había iluminado a Orfeo, pero Eurídice permanecía aún en la sombra cuando su esposo la miró. 
El regreso de Orfeo a su tierra fue el más oscuro regreso posible, el dolor desgarrador de haber estado a un paso de recuperar a su amor, y en lugar de eso, debía volver solo. Se volcó totalmente a la devoción de Apolo, rechazó para siempre a las mujeres y creó un culto que seguían muchos hombres y generó tal impacto en las abandonadas féminas, que acabaron por asaltar un templo, despedazando a Orfeo y asesinando a sus seguidores, lanzaron la cabeza del líder al río Hebrus, que recibió también el peso de la lira.
Las mujeres fueron castigadas debido al sacrilegio y al asesinato por el dios Zeus, quien las convirtió en encinas, pero el río Hebrus prefirió hundirse en la tierra que alimetar sus raíces, por lo que se secaron rápidamente.
Las musas y las ninfas de las encinas reunieron cada pedazo del malogrado Orfeo y lo enterraron al pie del Olimpo, su lira fue llevada por Zeus al cielo, dando origen a la constelación que lleva el nombre el instrumento que dio fama al músico y dicha a su gente.

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