Sé que estas palabras están
influenciadas, no podrían nunca ser del todo mías, aunque ya no sé si por
Borges o por el otro. Sí sé que a ellos les debo haber conocido, quizás
tristemente y a destiempo, un alfabeto otro y un calendario, también otro. Yo
declaro que de esa mujer, sé poco. Unos han hablado de la descendencia, teorías
del linaje, o de sus manos andando por la noche fusca de dolor físico, en la
mañana o en el sol, cuando se va. Tal vez en el olor del otoño, cuando se está
lejos, ella está, definida por sombras o por pensamientos ineficaces. Pero todo
esto es improbable. Por mi parte, no puedo aseverarlo. Sé que unos otros han
hablado también, quizás imprudentemente, de sus entrañas. A esos yo los niego
de modo perentorio, nunca compartí ese arrojo, esa impostura, porque eso solo
está reservado al misterio. Acaso sabe algo de ella la Historia o el Tango. O
quizás las historias y algunos tangos se asomen, pausen sus relatos ante ella,
al verla en el hall, paseándose inescrutablemente. Por cierto, nada saben de
ella los historiadores y los tangueros, de eso estoy seguro. Desafortunadamente
todo esto también es improbable. Eso no desdeña, sin embargo, que haya
interpretaciones de segunda línea. A estas las han hecho algunos otros no menos
imprudentes también. Ellos hablan por ejemplo, de una consistencia encriptada
del pensamiento, o de teorías, que no son para nada vagas, …del movimiento de
las ideas, de poderosos influjos que accionan sobre las palabras o sobre las
cosas. Han intentado sistematizarlas sin suerte, pues su lógica es secreta, se
trasmite de madres a hijas, dicen. Otros, un sub-tipo de aquellos, unos que son
perfectamente olvidables para mi, dicen que estas teorías no son tales y que la
mayoría de ellas son delirantes. Por mi parte, si me animo a evocar a la madre,
a compendiar estos razonamientos para estas líneas que escribo, es porque sé
acabadamente que morirán en este mismo instante. Yo suelo presentir su gesto
ajado, su marca inmortal. La madre. La veo a veces como un torrente blanco. O
un afecto informe. Mi saber es más que difuso en este punto, siento que no me
está dado ver en esa ciénaga infinita. Sostengo, sin embargo, que en Medea hay
una clave. En “La piedad” de Micheangelo, tal vez otro tanto. En Pandora, otro
poco. Pero estas también son solo suposiciones.
Una idea mía que nació sin forma y actualmente, no tiene forma
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