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Comentario sobre el trabajo fotográfico de Victor Toty Cáceres Por Mario Federico Blanc




En "La Grande belleza", de Paolo Sorrentino (2013), hay una escena en la que el protagonista, Gep, parece acercarse por vía de lo tierno a alguien que lucha contra la muerte. Es una hermosa mujer, es la hija de su amigo. Él no sabe que ella, se encuentra enferma. Ella es verdaderamente bella, es increíblemente bella y humana. Esa noche, pasean, sufren, aman. Asisten, inundados en un mundo plagado de nada, a un bernisage. Hay un encuentro con el "arte" (?), con lo que quizás no es arte, al fin y al cabo un encuentro con la escena del arte. En ese contexto, ella deja caer una lágrima, ve algo que no puede ver. Cierra los ojos. Revela algo, siente un rechazo, un escapismo la atraviesa. Es que hay una niña arrojando tarros de pintura sobre una tela inmensa, en un aparente berrinche. Lo chocante, es el berrinche fingido. Entonces ella  se retira de la escena, camina hacia el patio, donde hay como una especie laberinto, o algo así. La noche los abraza. Entonces él la toma del brazo, cubre su espalda con una especie de capa negra y le presenta a alguien, alguien confiable. Este "alguien" tiene las llaves de los lugares más fantásticos de toda Roma, de lo bello oculto de la escena, de lo verdaderamente bello, etc. Y entonces este alguien confiable los acompaña, tras el pedido de Gep, a recorrerlo. La belleza, se transforma entonces en una diáspora que incluye sus modos de producción. Es un conflicto que oscila  entre varios escenarios posibles, algunos visibles y otros no. No se sabe si lo bello es ella, paseándose por los pasillos de un castillo romano, si son las obras, esculturas, pinturas, y colecciones privadas que nadie ve, o si son esos mismos pasillos o si es... el amor de Gep. Tampoco se sabe si es la música, que acompaña esas escenas, o finalmente, la niña arrojando tarros a lo loco sobre una tela inmensa. ¿Cual de las versiones de lo bello es verdad? En todo caso, eso remite a la pregunta por lo bello (y por descarte, a aquello que no lo es, o al horror), mientras la escena suspendida, la que todos ven ocasionalmente, transcurre en otro lugar, en la casa del marchand, con su hija arrojando tarros de pintura sobre una tela inmensa. La fotografía de Victor Toty Cáceres, o el Toty, como nos gusta llamarlo, me remite a esta duplicidad fantasmática y sublime, a partir, no es un dato menor, de este alguien confiable. Esta obra es, para mí, algo así como una hermenéutica de lo bello y de la verdad. Yo me declaro extranjero en ese arte de luz, pero es evidente que hay un atrapante juego de espejos.

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