Hace 15 días que intento leer "El hombre en el umbral", de Borges, 1949. Por motivos de salud (me pesa el ojo derecho) u otros, llevo todos esos días intentando leerlo, porque me puja un indeterminado interés. Quedo en esos dos primeros párrafos tan profusos, cuyos contenidos olvido día tras día, noche tras noche. A la noche siguiente, intento retomar, recordar esa lectura. Solo recuerdo que el primero de los párrafos habla de Bioy Casares y de Londres. El segundo, habla de un sujeto, un interventor de no sé qué pueblo, que viene a poner no sé qué orden frente a no sé qué desorden. La figura de este hombre aparece aparece tan enigmática. Ese comienzo se vuelve ácido, repelente diría, pero a la vez inquietante. Noche tras noche leo la descripción de este personaje abrumador. Empiezo a odiarlo, sin conocerlo. Pero noche tras noche también, cerca de ese punto y aparte, el sueño vence, se cierra la noche. Lo que ocurre entre que el libro cae y lo vuelvo a tomar, prácticamente no cuenta. Borges habla de su entrecejo, de su mirada lasciva e imperativa. En extraño "eso" aguarda hasta la noche siguiente. De duermevelas, conjeturo el final del cuento, acaso prefiero eso y "eso". No recuerdo su nombre, un apellido es de tradición europea. Seguramente morirá al final del cuento.
Una idea mía que nació sin forma y actualmente, no tiene forma
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