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El problema de las naftas


Paramos unos minutos en una estación de servicio para comprar algunas provisiones y cargar combustible. Luego subimos de nuevo al auto e hice un comentario al pasar, sin pensar, algo del todo mecánico, tal vez capturado por cierto contexto. Mirando a la derecha por su ventana escuché su voz que me decía qué si era por el aumento de las naftas no debia hablar con ella sino con un especialista, un economista, ...tal vez un ingeniero en petrolero. La verdad no esperaba una respuesta asi. Era como si de repente se huibiera ido del viaje en el que estábamos. (¿Estábamos?). O como si se habia salido de la conversación. Sea como esa, sentí que ella ya no estaba ahí. Pero ¿donde? Pensé en resituar... verificar que me entendía lo que había querido decir. Pero por algún motivo elegí el silencio. La verdad, elegí el silencio porque temí estropearlo ya todo y tal vez de ahí ya no habría retorno. En mí no había el menor enojo sino un puro enigma. Encendí el auto, salí de la estación y seguí manejando, callado, por algún tiempo. Luego pensé que mi silencio podía incomodarla y para nada quería eso. Al contrario estaba profundamente interesado en hacer que su viaje -nuestro viaje- fuera apacible y placentero. Dije entonces algo sobre el clima. Segundo error. Ni bien lo dije supe que había errado por completo, de la peor forma, porque mi segundo comentario había ido justo en dirección opuesta a mi proyecto que era pasarlo bien con ella. Pasaron unas pocas curvas, la tarde estaba hermosa. A la derecha, hacia donde caía su mirada, rasante bajaba el sol que se escondía en la línea del horizonte, tornando el cielo naranja y violáceo. Luego de eso miró mi perfil mientras yo manejaba. ¿Qué habría estado pensando? ¿Me diría algo? Echó su cabeza hacia atrás en el asiento, espiró hondamente mirando el techo del auto. Creo que hizo una sonrisa breve. Cuando el silencio ya fue suyo, rompió diciendo "¿te acordás del viaje a Roma?". Sus palabras me llegaron como si me hubiera tomado un pildora sublingual. Cubrió la vacuidad de mi silencio y entonces la miré cómo intentando decirle ahora lo entiendo... pero solo ahora. "Obvio..." dije. Una vez más ella me había mostrado el camino. Y ahora sí, estábamos en viaje... Sólo que ella nunca se fue. Y yo acababa de llegar.

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