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Vida-post





Mi temor, claramente, no es tanto si lo que escribo puede o no tener algún sentido. Por algún motivo, desde hace un tiempo, esa cuestión me tiene sin cuidado, me he desprendido de eso, cómo si hubiera comprendido que la regla de interpretación implica más al otro-lector que a quien escribe o dice. Se trata de una cuestión semántica o imaginaria. Mi temor, realmente, es que lo que escribo pueda tener errores, de todo tipo, conceptuales, lingüísticos, gramaticales, teóricos, que no corresponden estrictamente hablando al estilo. Quiero decir no es una cuestión te gusto. Es, en cierta medida, un temor al otro-lector, ya no en su condición de intérprete del sentido sino como un juez. No un profesor, un juez. Tal vez necesitaría un corrector, un comentador o acaso un lector, a secas, o sea, en sentido complejo. Pero, ¡¡ nada menos !! ¿quién puede darse ese lujo? Se que para cuerpear este verdadero terror la herramienta es la lectura. No otra. Entonces, me ordeno. Convertirse en un lector, como primera medida. Bien. Como segunda medida... bueno, no sé. Quién sabe que me depare la primera medida. Convertirme en mi propio lector me parece algo no sólo imposible sino también estúpido, completamente absurdo. Cómo segunda medida debería ser  entonces convertirme en un lector, pero ¿lector de qué?¿de libros? no de pantallas ni "lector de la internet". ¿Lector de posts? ¿De autores?. Tampoco. ¿Qué es un lector? Tercera medida, nada.

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