Ir al contenido principal

Un reencuentro con Supiot

En Septiembre de 2012 compré el libro de Alain Supiot, "Homo Juridicus, Ensayo sobre la función antropológica del derecho". Por algún motivo, de tantas mudanzas y movimientos de muebles y bibliotecas en mi casa el libro quedó durante varios años en el fondo de una caja de cartón, en uno de los muebles que tantas veces había sido movido y acomodado en una estantería. Tras un nuevo movimiento modular, vuelve a mis manos y veo que lo había empezado a leer, unas 25 páginas, y luego al parecer lo había abandonado, siguiendo el método borgeano de aquello que si no te atrapa un libro, lo mejor que se puede hacer es dejarlo, no obligarse a leerlo. En fin, lo había dejado, y de tanto dejarlo fue pasando de repisa en repisa hasta terminar ahí, donde lo encontré. Instantáneamente me pregunté que habrá sido lo que me motivó a dejarlo (y de esa forma, era un libro caro, no estaba ajado y recuerdo que había esperado mucho para que me llegara desde la librería. De hecho lo había encargado, porque no estaba en stock). Leí el párrafo a donde se cortaba la lectura (siempre hago una pequeña flecha hacia abajo, en el margen derecho en el lugar donde he dejado de leer, para tener una referencia. Sé, porque con los años uno se conoce un poco que ese lugar, el lugar donde uno abandona al libro, no es cualquier lugar). El párrafo en si no decía nada memorable, nada que me molestara tanto actualmente. ¿Por qué lo dejé?). De hecho en ese párrafo, el bueno de Supiot citaba a Pierre Legendre, el famoso jurista canadiense que goza de mi plena admiración. Luego recordé que era lo que me molestaba: su estilo, su método sociologizante que esquivaba con toda conciencia las cuestiones subjetivas que rozaban aquello de lo cual venía hablando. Era, sí, claramente, una limitación del autor, a mi modo de leer. Porque vamos... el lector también juzga, elige, etc. Era obvio que el sujeto que escribía había pasado más tiempo en una biblioteca que en un diván o por analista. Eso me generaba una gran resistencia que no me resultaba antipática ahora.Bueno, me he reencontrado con el señor Supiot, a raíz de que él, páginas más adelante, ha sabido pensar lo que ocurre cuando las normas pierden sentido, hecho que me resulta de lo más actual. En fin.  

Comentarios