La encrucijada en que nos pone la pandemia (pan-demonium) es aquella que se delimita entre, por un lado, el miedo, el miedo al monstruo-demonium, que genera puro terror, pero también en lo cotidiano una incertidumbre, angustia y ansiedad; y por el otro lado, la posibilidad de una invención o la necesidad -a veces invisible, imperceptible o imposible) inventar una forma de vivir aunque más no sea de una forma distanciada, aislada o de algún modo desvinculada, si se me permite usar ese término. De este modo, el tema en sí no se trataría ya tanto de una denominada "normalidad", ni pasada ni presente, ni tampoco de una supuesta "nueva normalidad", lo cual es como es como una amalgama con estas formas alejadas y angustiadas de relación con el otro, sino de algo así como la creación de un nuevo contexto de vida, un nuevo conjunto vital, donde las variables que determinen las relaciones entre los sujetos sean otras de las que lo determinaban antes. Incluso antes de antes, no se si se entiende. Entonces, no es el acostumbramiento a la lejanía, no es la paralización del miedo sino, una invención. Es posible que esté en nuestras manos, en nuestros horizontes. Ya en ese plano, en ese contexto, hablamos de una encrucijada. El miedo a enfermar, por un lado, sin desestimar toda una serie de sintomatologías ligadas al miedo que van desde la negación a la paralización absoluta y por el otro lado de la encrucijada, como si fuera realmente un crucifijo, está la nada esa, esa otra nada que no es la angustia sino el vacío, cosa que es bastante diferente, esta posibilidad de invención de la cual algunos hay hablado ya, para crear no una "nueva normalidad", no recrear la "vieja normalidad", lo cual sería incluso espantoso, sino un algo así como una a-normalidad basada en cuestiones que debemos aún crear, pensar, decir, etc. las nuevas formas aparecerán algunas ante nuestros ojos, otras en el horizonte y otras habrá que propiciarlas, acompañarlas, ...crearlas.
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