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La verdad se encuentra en el borde mohoso del hueco de la cadena que sostiene el ancla.

Si fuera que la vida de un hombre termina así, en la juventud y en la enfermedad, es algo en verdad muy triste y a la vez muy cruel. Y a la vez un poco injusto. Pero ¿qué no es injusto en este mundo? La gloria, las estelas en la mar, todo ello esta reservado a hombres que ni siquiera piensan en ello. De suyo, los que los aman hacen de estas estelas su fundamento y cifran ahí, por así decir, parte de su condición de vida. Pero la tristeza es otra cosa. Es un efecto cobarde. Y es curioso donde te lleva la tristeza: a la cobardía y al miedo. He sabido reconocer la cobardía y el miedo. He intentado ser un hombre valiente, salir. Salir a flote. He cuestionado todas las estructuras en las que han intentado introducirme (y lo han hecho) de manera violenta. También las he estudiado. Tristemente he colegido también que no hay forma de no estar en esas estructuras porque estas estructuras se llaman instituciones y no se puede vivir fuera de las instituciones. Son, por así decir, barcos, buques pesqueros, cargados con gentes. Y si he pervivido ahí en esos buques no lo he hecho sin decir, sin hacer o sin fundamentar lo que he creído que es justo. Uno puede deambular por ese buque. Si salta muere. Hay veces que la mirada del mundo se vuelve difusa, apoyado en una baranda, al borde del abismo de agua. Se ciega o se vuelve necio el hombre cuando comprende que el buque es la medida del mundo.  pasa eso cuando la tristeza, o sea la suma de la cobardía y el miedo,  hacen lo suyo. Hacen que se pierda el sentido del horizonte. Hasta que conocí la zona del ancla. Entre el ancla y aquello que la sostiene, ando yo, todo el tiempo bajo el agua. No soy la cadena, ando por ella, todo el tiempo. Hay un saber en el fondo del mar, en la arena halada que raspa con la cruz, el brazo y la mapa del ancla, yo he visto las rayas, el azul inmenso, el torso del tiburón anguila y el lomo del diablo negro y otro saber en el movimiento sutil, lento y seguro de la monumental barcaza, allá arriba, donde todos son felices esclavos. Si hay quietud, es momentánea.  No teman, ya estan todos a salvo en la balsa de los sin deseo. En la superficie, en el confort, el barco sigue bajo control. 

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