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Un cuento de verano


A JG, con cariño,
que en aquellos años intermedios
me ayudó a pensar
...y aún lo hace

Una vez fuimos de vacaciones con mis padres, mis dos hermanos y mi hermana a una casa en las sierras. La nuestra no era una familia adinerada, tampoco pobre, clase trabajadora. No creo que no hubiéramos tenido dinero para alquilar una casa por unos días en aquellos tiempos. Sin embargo, en este caso el método y el estilo fue otro, por un motivo que no sabría cómo explicar. Mis padres habían acordado "canjear" con una familia amiga, por unos días durante el verano, en el mes de enero, nuestro departamento de la calle Venezuela, en Córdoba Capital (propiedad de mi abuela en ese entonces) por una casa en San Marcos Sierras de su propiedad. Mi madre había objetado en primer término de este acuerdo. Yo creo que le atribuía escasa legalidad, yo la escuché quejarse del mismo y vi su rostro de ¿qué es esto? Ella tenía otro estilo y otro método, no obstante al cabo de unos días había terminado aceptado, un poco a regañadientes, cómo se dieron las cosas, quien sabe por qué. El viaje en auto fue eterno. Yo tampoco sabía si la idea era tan buena. En general me daba más seguridad mi madre que mi padre. Sus proyectos siempre alojaban cierto grado de imprevisibilidad. Eso podía ser algo bueno o algo malo según el caso. Cuando llegamos y vimos la casa, ni bien la vimos, nos pareció por lo menos extraña. Novedosa y divertida, al menos durante los primeros cinco minutos que la veíamos desde afuera mientras bajábamos del auto. Panorámicamente eran como tres casas en una. La propiedad se componía de tres construcciones hechas en piedra probablemente por alguien que no tenía por oficio construir casas, estaban aisladas, relativamente rectangulares, de distintos tamaños y alturas que se encontraban dispersas en un terreno mediano y distanciadas una de otra por 10 o 15 metros formando una especie de triángulo imaginario. Por fuera de ese triángulo y hacia el fondo eran puros arbustos, yuyos y árboles autóctonos y el terreno bajaba y se perdía en más arbustos y yuyos. No parecía haber alambrado allá al fondo. Las casitas en sí, todas las puertas daban al interior de este triángulo virtual. Ni bien comenzamos a recorrer cada una de estas dependencias individuales, por así llamarlas, nos dimos cuenta que una de esas construcciones era obvio que era "la cocina" que contaba con una puerta y una ventana muy pequeña, de unos 30 por 30 centímetros. Ni la puerta ni la ventana tenían traba o llave. Era en verdad oscura, tal vez por el abrasador sol que daba en la zona habían preferido hacerla así. No había luz eléctrica ni heladera. Un solo de noche había sobre la mesada. La otra construcción era claramente "el baño" (no de un tamaño mucho menor que la cocina, curiosamente) que no tenía sanitarios sino una especie de letrina y un lavabo antiguo que despedía lo suyo al otro lado del muro, sobre la tierra nomas. No tenía ducha, pero había una palangana al costado. La tercera construcción era naturalmente "las piezas" o mejor dicho, la pieza, porque era una sola habitación con una puerta y una ventana que se notaban claramente inseguras a nuestros ojos de Nueva Córdoba. Era el lugar donde dormiríamos todos, los cinco. Casi justo en medio de ese triángulo se erguía un hermoso algarrobo gigante, precioso que daba sombra más que abundante. Bordeaba todo el frente del terreno una pirca muy contundente hecha de piedra también que le llegaba a la cintura a mi papa y al pecho a mí. Habrá tenido medio metro o un poco más. Sí recuerdo que era muy gruesa, casi tan gruesa como alta. La entrada no tenía tranquera ni nada, solo se entraba o se salía. Era llamativa esta disposición "aislada" o separada de las dependencias. Me preguntaba yo qué pasaba si llovía y uno quería ir al baño. Me enteré que el triángulo -junto con la pirámide, el pozo, el sol, y mil otras deidades- en esta zona, tenía un significado "energético" muy especial al cual, por lo menos los habitantes de este pueblo, adherían con mucha fuerza. Todos, absolutamente todos los habitantes de este pueblo, adherían a esta idea. Quedabas mal si cuestionabas eso, era como que eras un ignorante, un bruto, te faltaba mundo ...o eras un facho. Y ahí se terminaba todo. Se creía en la energía del triángulo y punto (a mi me parecía más facho eso, pero bueno). O tal vez estaba como de moda, no sé, cierto esoterismo pop de esa época. Mi padre no era ajeno a este tipo de corrientes. Creo que también creía en el triángulo. Incluso tenía libros sobre eso en casa, etc. Yo nunca me interesé, al menos no del modo en que se interesaban ellos. Con el tiempo comprendí que los que sí creen, bueno, es como si guardaran dentro de si un dolor o un no siempre indefinido sentimiento que este tipo de creencia tiende a desplazar, diluir o disminuir. Puede ser que así sea, o puede que no, eso pasa con las creencias. Es solo una impresión. Al principio me enojaba que pudieran creer en eso. Llegue incluso a discutir en la plaza pública, como si fuera un griego, a la edad de 9 años. Luego lo entendí. Lo entendí bien por las cosas que me pasaron en la vida que para resumirlo, diría... el triángulo era una huevada pero a lado de las tragedias espantosas que te pasaban pasaba como una cosa naive, y bueh, se creía en el triángulo. En es caso que en esta casa, no sé si decir "mágica" -en el sentido en que lo entienden ellos-, pero algo tenía. Las noches eran increíblemente bellas: claras, iluminadas por una inmensa multitud de estrellas y acompañadas a veces -no siempre- por un agradable fresco. Despues de comer unos panchos solíamos salir del sector piezas donde dormíamos todos juntos en distintos colchones, bajábamos dos escalones exageradamente altos por el tamaño de las piedras que habían usado para hacerlos, andábamos descalzos contra la voluntad de mi madre, y caminando por la tierra tibia nos dirigimos hacia las reposeras que estaban dispersas en el predio donde, echando al máximo su respaldar para atrás, nos disponíamos a ver las estrellas mientras tomábamos jugos. Uno de estos días de verano, en esa casa, una noche particularmente, apareció una rata. Apareció en el sector piezas cuando estábamos todos ahí. Era una rata o lo que nosotros en Córdoba Capital denominamos comúnmente "una rata". Capaz era un roedor autóctono, un quiz, cobayo, no sé. Para mi era una rata que corría a toda velocidad por la habitación. Mis hermanos y yo nos subimos a los colchones y saltábamos de uno a otro mientras la rata peluda rajaba por todos lados. Teníamos miedo y asco. Mi madre gritaba gritaba "...agarrala, matala, qué asco !!" Mi papá la corría por la habitación con un desvencijado estropajo, también medio artesanal, tipo palo de piso viejo hecho a mano, casero, secador de piso, como sea que se llame. Era una mierda el palo. La corrió un buen rato por dentro de la pieza en medio de gritos y saltos. Mi hermana lloraba y se reía a la vez y los colchones eran palcos desde donde observábamos la obra de mi padre, su actuación, blandiendo ese palo choto por los aires por el irregular piso de cemento grueso. Hasta que en uno de esos embates le asestó buen golpe al animal. Fue contundente pero no fatal, la dejó algo atontada, lo que le permitió arrinconarla con su superestropajo para luego meterla, con la ayuda de otro elemento contundente, en una caja de zapatos de mi madre. Al parecer papá decidió que había que matarla. Mi madre estaba, ahí, en la pieza. No dijo nada después de eso. Mi padre salió en silencio de la habitación. Nosotros íbamos por detrás, curiosos, aterrorizados, pero íbamos, en el frescor de la noche sanmarqueña ya entrada, para ver qué es lo que iba a hacer con esa caja. Tomando la caja con sus dos manos, fue hasta la pirca gorda que dividía el terreno de la calle de tierra que estaba del otro lado. Depositó suavemente la caja sobre la pirca, se agachó y tomó con sus dos manos una piedra enorme que apenas podía levantar. La rata, sabíamos, se encontraba moribunda dentro de la caja. Era de lo más extraño, asistiríamos de alguna manera al momento -y al ritual- mismo de una muerte. La muerte de la rata, pero qué importaba... era la muerte!! Ese momento tuvo mucho misterio para mí. Mi padre levantó la piedra del piso, enorme, la alzó en lo alto lo más que pudo, con las dos manos, para en un momento dejarla caer sobre la caja y que reviente la rata. El método no era malo, pensaba yo. El proyecto, no sé cómo decirlo. Yo lo vi todo, con precisa atención. La piedra fue cayendo, yo la vi, siendo incluso de noche. Pero en el brevísimo instante en que la tremenda piedra en su caída tocó la caja, la rata se ve que lo advirtió. Tal vez ella misma anticipaba el macabro plan de mi padre te terminar con su roedora vida. Sintió, presintió -o pensó, claramente puede haberlo pensado la rata, por qué no?- el impacto que se venía y agudizó todos sus sentidos incluso después de haber sido gravemente golpeada. Cayó la piedra sobre la caja y al hacerlo, en una milésima de segundo antes de que aplastara a la rata, la caja se reventó. Se reventó como un globo. Y en esa ínfima fracción de tiempo, la rata por ese hueco que se abrió al costado de la caja al reventarse, huyó. Yo lo vi todo Se fue por la calle de tierra y se metió entre los matorrales. Años después, mi padre solía contar esta historia y era toda una risa, No era un tipo de contar hazañas o cosas así, para nada. No era ese tipo de persona. Si la palabra justo caía en él, pues la usaba, pero no la buscaba. Lo escuché varias veces contar esta historia y todas las veces la contaba de la misma manera. Cuando la contaba, se reía él también, y eso también me gustaba. Me gusta. Sin embargo, sostengo una sospecha. Yo tengo 46 años. mi padre era incapaz de matar un animal. Lo conozco. Sea el animal que fuera. Su propio padre había sido un tirano con él en su infancia, según me había contado, y también lo había sido con los animales, en especial con los gatos, a los que mataba sin piedad no sé con qué métodos y luego lo mandaba a mi padre a enterrarlos. Siempre tenía que enterrar un gato, me decía. También había gallinero en su casa natal, eran años de hambruna, y las gallinas las mataba mi abuela, la nona, no él. A su padre no le gustaba y se enojaba con él porque la madre tenía que andar matando gallinas en vez de él. Estoy seguro que era incapaz de matar. Nunca me lo dijo, pero estoy seguro. Este era entonces mi padre. Retrocedamos entonces. La escena de la pieza, puede que haya tenido miedo a la rata, pero porque puede transmitir enfermedades y en ese pueblo no había atención médica adecuada. Corrió la rata por todos lados pero la atrapó. La escena, de algún modo, fue para nosotros. El desparpajo con el palo, etc. Igual todo esto puede ser anecdótico. El segundo punto es más enigmático: la decisión de matarla. Yo en ese momento tal vez no me di cuenta, pero creo que él había pergeñado una estrategia, teniendo en cuenta que no se animaría a matarla. Mi madre se había quedado en la habitación, a la espera de la finalización de la operación. Seguramente ella sabría también que él era incapaz de matar a la rata. Naturalmente, esperaba que la operación fuera exitosa y mi padre, entiendo, no podía volver con una noticia que no fuera que el problema ya estaba resuelto. Sin embargo, nosotros habíamos salido a ver. Él nunca nos dijo "quédense adentro", no nos prohibió que asistiéramos a la escena de la muerte de la rata. De este modos, tenía dos mandatos superpuestos, por un lado, "matar a la rata" (que no quería matar) y por el otro volver con el problema resuelto aun cuando sus hijos estaban mirando (problema que era irresoluble si la rata no moría). En fin, ese era el intríngulis, sospecho yo, en la cabeza de este hombre. Tiene que haber pensado en algo, a toda velocidad, más rápido incluso que la rata, una estrategia, un salvoconducto, mientras que la rata también debía pensar su escapatoria. Dicho así, yendo hacia la pirca, caminando con la caja entre sus manos, ambos, mi padre y la rata se encontraban en una misma encrucijada cuyo tema común era... la muerte. Sospecho que había un tácito acuerdo entre la rata y mi papa, nunca podrían haber hablado de esto, pero nada podía asegurar que la jugada saliera bien. Lo de la piedra enorme para aplastarla era también un dato. Si la piedra caía sobre el medio de la caja, tiene que haberlo pensado también, de seguro la hubiera aplastado y la rata hubiera muerto al instante. Un problema hubiera estado resuelto, pero otro no... porque hubiera matado un animal, cosa que él nunca hubiera hecho. Pero si la piedra caía sobre un costado de la caja quedaba una posibilidad, aunque no segura, de que la rata no muriese sino que escapase. Yo no sé si esto era un plan, pero es muy probable que si, que haya sido así. Son sospechas. También pudo haber arrinconado la rata, inclinando la caja hacia un lado o hacia el otro para saber que se encontraba a un extremo de ella y tirar con mayor seguridad la pierda sobre el otro costado y así asegurar su huida. Hacerlo en la pirca cerca de la calle, era también una buena idea, cualquier "error", permitiría el rápido escape del animal hacia afuera. Yo estimo que las cosas se dieron así. Y así se cumplieron varios designios para los que el padre estaba demandado en cumplir, incluidos los de él mismo, sobre todo aquel que seguramente rezaba "no matar al animal". El otro designio, asegurar que todo estaba solucionado y que ya nada malo sucedería esa noche, también se cumplió. El último y tercer acertijo o designio, tal vez el más raro, se cifraba alrededor de la mirada de los hijos. Ahora también cumplido.

Córdoba, octubre de 2020

Comentarios

  1. Matar a una persona, vale. Pero cuando hablamos de animales, que son mejores que los humanos... Hay que pensárselo dos veces, que bastante tienen los pobres con tener que convivir con nosotros.

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